domingo, marzo 27, 2011

Cuento: El inusual verano de Esteban (parte III)

III


Ese día el sol brillaba más que nunca, con sus rayos desparramándose sobre la arena blanquecina, los cuerpos bronceados, las leves olas, las sombrillas, las panzas de los padres de familia durmientes y las toallas tiradas en el suelo. El día anterior Esteban había invitado a Lorena a la playa, a lo que ella accedió de buena gana y emocionada, “¡claro!, imagina que no he ido hasta ahora este año”. Y así fue, él iba a salir por primera vez con ella, al menos oficialmente.


Toda la noche del día anterior se había a puesto a divagar en los entretelones del día siguiente. Se imaginó una mañana gloriosa, con el sol resplandeciendo desde las seis de la mañana, él saliendo a correr con sus zapatillas nuevas que de repente empiezan a brillar guiándole por un camino hasta ahora ignoto (se sentía como un descubridor), luego toma su bicicleta, la cual no está oxidada ni fea, sino que está como cuando la compró y sale con ella manejar por una ciudad que no está para nada caótica: los carros le ceden el paso, no le gritan cuando quieren adelantarlo y hasta respetan la ciclovía (de esas que hay pocas en la ciudad y que según algunos no existen).


Luego se fue a dormir entre llamadas de medianoche, grillos y una sonrisa de lado a lado. Nada sucedió como se imaginaba, por supuesto. A las seis de la mañana estaba todo nublado, apenas si llegaban unos nimios rayos de sol al parque (más tarde saldría de verdad el sol con todo su esplendor, pero a esa hora no). Sus zapatillas, después de cinco minutos de lento y común trote se le embarraron: no se atrevió a correr más. Y cuando sacó la bicicleta estuvieron a punto de atropellarlo como tres veces, además que nunca pudo meterse a la ciclovía porque eventualmente estaba ocupada por carros estacionados, vendedores ambulantes y un par de policías gordinflones.


Esta variación, esta confrontación entre la realidad y lo esperado, no afectó para nada a Esteban, a fin de cuentas, ese día era el día: aquel en que iba a salir con Lorena.


Once y cuarto de la mañana frente a su casa, ella estaba un poco atrasada, pero eso no importaba. Después salió, resplandeciente como siempre, con una sonrisa de lado a lado, pero con ese mirada perdida a mitad de camino entre las dunas del Sahara y las estepas de Mongolia, esa mirada que le daba un aire especial, que la hacía parecer indiferente y por encima de todo lo mundano, esa mirada que la hacía más atractiva.


-Bueno… ¿Esteban?


- ¡Ah sí! –estaba totalmente ensimismado– ¡vamos!


Y así fueron a la playa: el sol ya había salido e inundaba toda la playa. Esteban había planeado varias cosas para impresionar a Lorena; las más simples eran aguantar la respiración bajo el agua por varios minutos o ganarle en nadar a todos los que se atrevieran a desafiarlo; las más complicados tenían que ver con encontrar un tesoro olvidado por más de cien años, atrapar a un tiburón blanco o alejarse lo más posible de la playa (una distancia que sea realmente considerable).


-Realmente haces cosas increíbles –los ojos de Lorena empezaron a tomar un matiz diferente, ni tan interesado pero para nada despreocupado.


-Digamos que tengo ciertas “habilidades”.


-Realmente eres genial –el corazón se le paralizó a Esteban cuando escuchó esto.


Luego ambos entraron al mar. Las olas revolcaron el frágil cuerpo de Lorena, mientras su cabello se contorsionaba tratando de no mojarse, pero finalmente lo hizo, ambos sonrieron. El mundo es como una canción de The Smiths, es como el mejor videojuego antiguo que has jugado o la mejor película que hayas visto, pensó él. Ella se tiró sobre la arena, dejando que las olas la cubrieran intermitentemente, ¿es una ninfa acaso?


En la tarde regresaron, bajaron del bus en el paradero y caminaron hacia el parque. Mientras caminaban cruzaron las miradas pero ninguno se atrevía a hablar.


-Lorena, hay algo que quiero decirte, este… –su cara enrojeció mientras los ojos de ella empezaron a prestar más atención de la que nunca había mostrado hasta ahora– quiero saber si… ¿quieres salir conmigo?


-¿Salir, no lo hemos hecho hoy?


-Salir en serio, ya sabes, como pareja –su voz tomó más determinación al pronunciar estas palabras.


-Tú eres un chico genial… –Esteban empezó a sentir que su ritmo cardíaco– pero... hay un problema.

-¿Qué, cuál es ese proble…?


La pregunta de Esteban fue contestada casi inmediatamente cuando unas manos lo sujetaron desde atrás por el cuello, mientras tanto, dos sujetos más aparecían por delante. De repente apareció un tipo de contextura medina, cabello negro y mirada perversa, no he podido olvidar aquellos ojos malévolos y no creo que lo haga nunca. Habló con una voz serena pero claramente sarcástica:


-Pues yo soy tu problema, Esteban –y acarició el cabello de Lorena, resignada, porque sabía que no podía hacer nada para evitarlo.

domingo, marzo 20, 2011

Cuento: El inusual verano de Esteban (parte II)

Esta parte es infame.


II

Actualizaciones del blog de Esteban “No soy un tipo común”

15 de Enero

Me gusta tu cabello: como cae sobre tu espalda haciendo una curva serena, como brilla con los rayos del sol, como se desparrama en mis manos cuando lo sostengo. Me gusta tu sonrisa, tu piel serena y tus suaves manos. Amo tus ojos y sus pliegues, su curva, su color y su vivacidad.

17 de Enero

Es increíble lo que puede pasarte en un par de días: un día estás feliz, enamorado de “la chica más espectacular, maravillosa e inteligente del mundo”, entonces, claro está, amas al mundo, amas a la gente, amas a Lima (y eso es mucho); dos días después la vuelves a ver y te desengañas totalmente: lo que te parecían movimientos practicados con mucha delicadeza ahora son manoteos torpes, lo que antes eran frases inteligentes ahora sólo son comentarios estúpidos. ¿Qué habías estado viendo hasta ahora?, tus sentimientos te habían cegado, nublándote el raciocinio. Bienvenido al mundo real, querido amigo.

Quizás toda esa ilusión fue por esa sonrisa que te dirigió el otro día, sí, aquella que te daba esperanza, pero que ahora sabes fue un gesto de lástima (tú estás totalmente seguro de eso), o quizás no. Abre tus ojos, sabías que todo esto no era más que una tonta esperanza, pero la realidad duele: ella no es un ángel caído del cielo, ella no es la chica de tus sueños, ella no es la princesa por la que tienes que matar a un dragón, domar los siete mares y escapar de la muerte, ella es simplemente una chica como cualquier otra.

No obstante este rollo, la verdad es una sola: ella ni siquiera conoce tus verdaderos sentimientos, y ella no tiene por que adivinarlos; en realidad tú eres el culpable de tu sufrimiento y tus divagaciones, y que mejor manera de aplacarlas que escribiendo en un blog.


20 de Enero

Primero, estaba perdido en los ojos de esa chica, en su sonrisa y su cabello.

Segundo, luego me decepcionó un poco, recuerdo haber pensado que esa chica no era lo que parecía ser, ¿acaso no era tan dulce como creía?, y claro, imaginé todo lo que quise sobre ella.

Tercero, un día después de “abrir los ojos” volví a verla y… me pareció la chica más inteligente y linda del mundo, este cambió de impresión súbito sintetiza mi vida ¿no es eso deprimente?

Y sigo enamorado de ella, la sueño, no como bien y cuando me echo a dormir sigo pensando en ella.

03 de Febrero

Sin duda ahora estoy en una encrucijada: un día (durante esta semana, claro), como inspirado por una fuerza sobrenatural, sentí que no podía acallar lo que sentía por esa chica, entendí que la mejor manera de sentirme totalmente bien era expresándole todo lo que sentía por ella; y por un momento fui el hombre más decidido del mundo.

Pero luego me asaltaron los viejos temores y las dudas: nunca me le había declarado a una chica, ¡nunca! ¿Sería este el momento en que vencería mis temores?, ¿podría al fin tener el suficiente valor como para decirle: “me gustas mucho, ¿quieres estar conmigo?”.

Esta semana la vi todos los días: ella estaba ahí, tan radiante, fantástica, perspicaz y bella como siempre, tan amable conmigo pero a la vez mucho más distante de lo que yo ansiaba. Incluso tuve una oportunidad de decirle algo cuando estábamos los dos solos, en ese instante se dibujaron en mi mente miles de escenas utópicas; todas las frases que imaginé, todas las palabras reveladoras, todos los gestos se acumularon en mi cabeza y daban vueltas a una velocidad que parecería que iban a estallar.

Pero no me atreví, simplemente me despedí de ella y seguí mi camino.

martes, marzo 08, 2011

Cuento: El inusual verano de Esteban (parte I)

No obtuve absolutamente nada por escribir este cuento.

I

Esteban caminó hacia el paradero, subió al bus, esperó el tiempo necesario y bajó: era un día como cualquier otro. Sus zapatillas le apretaban un poco, las compré ayer, así que se las aflojó y siguió caminando. Había planeado recorrer unas veinte cuadras ese día, hay muchas cosas en qué pensar, pero se detuvo en la décima, debía regresar.

No era habitual que Esteban saliera a recorrer la ciudad, tan triste, tan fría, sólo lo hacía de vez en cuando, si era necesario, y si había decidido salir ese día fue porque debía ordenar los hechos en su mente: empezar la universidad, mudarse, vivir solo, pensar en ella. En realidad, todo el rollo existencial que atravesaba se resumía en ella, la chica que veía pasar todos los días, aquella con la mirada perdida, las mejillas sonrosadas y que cada vez que pasa frente a mí me hace temblar, perderme en el vacío y morir de a pocos.

Se llamaba Lorena, y podía detener el crepúsculo con su sola mirada. El día que la conoció, él descubrió que solo era un grano de arena o una mísera piedra en un mar eterno de desesperanza, ese día comprendió que era insignificante y que no sería feliz hasta que ella fuera suya, o al menos eso pensó.

-¿Conoces a la chica que se mudó la semana pasada al edificio del frente, la que pasa por el parque todos los días a eso de las seis?

-Mmmm, ¡sí!, se llama Lorena, la conocí el otro día, ¿por qué? –una mirada inquisitiva asomó en el rostro de Laura.

-No nada, sólo tenía curiosidad… –Esteban pensó rápidamente en una frase que no lo delatara– tú sabes que hace tiempo nadie se mudaba por aquí, creo que el último fue el Chino hace un montón de tiempo.

-Deberías venir mañana y te la presentó, si quieres claro.

-Por mí normal, te veo mañana entonces –la expresión de tranquilidad en su rostro era totalmente fingida: en algún lugar de su mente una amplia sonrisa se dibujaba.

Al día siguiente, cuando se la presentaron, no pudo conservar la tranquilidad por mucho, apenas si pudo articular unas cuantas frases coherentes al comienzo mientras trataba de que sus piernas resistieran y no comenzaran a temblar. Te está hablando imbécil, trata de reaccionar, ¡di algo! ¿Qué tal ese chiste de la mosca?, creo que no, mejor prueba con el que te contó el Chato ayer ...

-Eres chistoso… ¿Esteban?, en serio - le parezco chistoso y, ¡sabe mi nombre!

-Bueno, no puedo negarlo, pero esa es solo una de las sorpresas que viene conmigo -¿de dónde diablos has sacado esa frase? Lorena sonrió tibiamente.

-Mi mamá me está llamando chicos, los dejo, no se pierdan –Laura conocía a su amigo muy bien y sabía lo que se traía entre manos.

-¡Chau! – dijeron los dos primeros mientras Laura se alejaba lentamente, un silencio incómodo dominó el ambiente por un breve momento.

-¿Vas para tu casa? –preguntó Esteban.

-Sí, me había olvidado que tengo algo que hacer.

-Vamos entonces.

Los dos iniciaron una conversación (en realidad monólogo) mientras cruzaban por el parque: cuando una señora, llevando una bolsa de mercado, pasó apresurada junto a ellos Esteban le contaba a Lorena como había descubierto los siete mares y viajado hasta el fin del mundo en busca de una manzana de oro; cuando un señor pasó trotando a su lado pidiendo permiso Esteban le estaba haciendo un recuento de cada uno de los cien años que pasó transcribiendo manuscritos escritos en lenguas muertas en un monasterio situado en el pico más alto del Himalaya; cuando Lorena estuvo a punto de perder el equilibrio por pisar el borde de la vereda, Esteban hizo una breve crónica de su largo viaje espacial en el que descubrió cien planetas, encontró doce civilizaciones avanzadas, perdió la conciencia dos veces y se enamoró perdidamente tres y, finalmente, cuando un perro minúsculo vino corriendo a ladrarle a Esteban, este se hallaba reflexionando sobre la verdad, la filosofía y el futuro de la humanidad.

-Bueno, te veo otro día, ¡chau! –después de permanecer callada todo ese rato Lorena al fin abrió la boca, se dio media vuelta mientras arrojaba una sonrisa y entró por la reja de su edificio. La oscuridad, en pocos segundos, se la tragó por completo.