sábado, mayo 14, 2011

Cuento: El inusual verano de Esteban (parte V y epílogo)

Los dos caímos violentamente después de salir del torbellino, chocamos contra el frío suelo, todo estaba cubierto por nieve. Tenía una lanza puntiaguda en mi mano, estaba cosida torpemente. A lo lejos vi que él también se levantaba. No dudé ni un minuto en ir tras él con toda la violencia que pude, al instante lo tiré al piso de una patada, apreté mi pie contra su pecho y hundí la lanza en su abdomen o al menos eso iba a pasar cuando todo empezó a dar vueltas y volví a caer en el torbellino.

Me desperté entre gritos de dolor, explosiones y balas que pasaban rozándome. Estaba en una guerra de inicios del siglo XX sin duda alguna. Me escondí detrás de unos sacos apilados, y miré hacia el campo de batalla. Entonces pude ver a Rubén a la distancia, venía con una tropa en posición de ataque y que contaba con el apoyo de un tanque. El fuego arrasó con mi posición, las granadas dejaban muertos por doquier y los pocos que quedaron con vida huyeron despavoridos, menos yo, solo me bastaba con un disparo preciso, exacto, en el momento adecuado.

-Adiós, estamos iguales... –aquella voz, tan penetrante, tan fría, tan mortífera, se escuchó por encima de mi cabeza.

Escuché un disparo y todo volvió a dar vueltas. Ya no caí violentamente, abrí los ojos, estaba sentado en posición de reposo (con las piernas cruzadas). Estaba en una amplia pradera y no se podía distinguir ninguna forma de vida a la redonda, salvo la que tenía frente a mí. Los dos nos paramos lentamente, ya no se podía arriesgar nada: esta batalla lo definiría todo. Nos abalanzamos uno contra el otro, los aceros de lo sables chocaron, definitivamente eran espadas samurái. Traté de evadirlo para asestarle un golpe por el flanco derecho, pero me adivinó el movimiento y apenas si yo pude esquivar una estocada violenta. De esta forma no iba a poder lograr una ventaja así que decidí correr hacia una colina a lo lejos, él me siguió cautelosamente.

Subí hasta lo más alto, él estaba a pocos metros de mí. Luego, empecé a bajar la colina, acelerando el paso hasta casi correr, Rubén venia pisándome los talones. Aproveche su ímpetu y cambié de dirección, en lugar de seguir bajando me fui hacia arriba intempestivamente, eso le sorprendió y lo hizo trastabillar. Tropezó, pero con la espada en alto y como yo iba tan rápidamente no pude evitar que el acero penetre por mi hombro, pero no era un herida mortal. Con las fuerzas que me quedaban golpeé el filo de mi sable contra el suyo y lo arrojé lejos. Luego lo miré fijamente, él sonrió levemente, y cerró los ojos (nunca entendí por qué hizo eso), le hundí la espada en su pecho. Luego respiré más tranquilo. Me tendí sobre la hierba y miré al cielo, el aire tenía un aroma lejano a cerezos, el sol empezaba a ocultarse, mientras que yo simplemente me puse a dormir.


Epílogo

Despertó en la playa que siempre iba a visitar, no había nadie porque eran como las seis.

Tomó rumbo hacia su casa.

Cuando llegó al parque sintió que las zapatillas le apretaban un poco, eso es porque son nuevas.

Llamó al timbre, “está Lorena”, esperó un rato hasta que vio aparecer su silueta desde las sombras del edificio. Entonces contempló su mirada una vez más, aquellos ojos penetrantes y tan expresivos.

-Lore, no te imaginas lo que he hecho hoy –una gran sonrisa apareció en su rostro.


Apuntes finales:

Lorena es el nombre de una chica que me gustaba.
Rubén es el nombre de mi vecino, es buena gente, no como el antagonista de Esteban.
Esteban ha sido, es y siempre será mi álter ego, con mas suerte con las chicas que quien les escribe. Mi plan es que algún día sea el protagonista de una historia realmente trascendental.
Este cuento será probablemente el último que presente a cualquier concurso. He fracasado en cuanto a concursos literarios, aunque espero seguir escribiendo de vez en cuando.

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